viernes, 16 de marzo de 2012

Un museo con historia


El museo Fortabat, diseñado por Rafael Viñoly, cuenta con 7000 m2 y cuatro niveles con dos grandes salas de exposiciones, hemeroteca, auditorio, oficinas, cafetería y una cúpula vidriada con un sistema de parasoles móviles de aluminio que se abren y cierran según la posición del sol.
El edificio se planteó con una planta rectangular paralela al canal de agua situado en la parte posterior del edificio.
Diseñado por el arquitecto uruguayo Rafael Viñoly, radicado en Nueva York y autor del Forum de Tokio y la Biblioteca de Chicago, el museo es de última generación y cuenta en sus casi 7.000 metros cuadrados y cuatro niveles con dos enormes salas de exposiciones, hemeroteca, auditorio, oficinas, cafetería y una cúpula de vidrio cubierta por un complejo sistema de parasoles móviles de aluminio que se abren según la posición del sol.

La colección, resguardada durante más de 30 años, también contiene un famoso retrato que la empresaria le encargó a Andy Warhol en los ´80.

La planta del museo tiene forma de un rectángulo cuyo lado mayor es paralelo a un canal de agua situado en la parte posterior del edificio. 
La superficie de la galería principal consta de un espacio que ocupa una planta completa del edificio y se halla cubierta por un techo en forma de arco realizado en vidrio y acero que parte de un nivel superior al de tierra. 
Las costillas curvas de acero que forman el techo se levantan desde el nivel de piso, donde se apoyan en bisagras especialmente diseñadas y terminan 15 mts. más arriba donde se apoyan sobre una pieza de hormigón rectangular que va a lo largo del edificio. 
La entrada de luz dentro de las galerías se controla por un sistema de 15 paneles de parasoles montados sobre el exterior de la bóveda de vidrio. Cada panel consta de una serie de hojas que ponen de manifiesto la estructura de aluminio interna, el revestimiento de aluminio externo y los soportes hechos a medida y montados sobre almohadillas rodantes para lograr el desplazamiento deseado a lo largo del arco. 
Los parasoles, controlados por computadoras, se pueden posicionar automáticamente para abrir la galería al cielo o cerrar gradualmente para evitar el sol directo u obtener diferentes condiciones de iluminación por medio de control manual. Durante las horas de la noche, los parasoles están completamente abiertos. 
Rafael Viñoly, con el Museo Fortabat. 
Para Viñoly, Puerto Madero es como Canary Walk para Londres. Cree que hay que lograr un balance entre el interés del sector público y la iniciativa privada.

En entrevista con el diario La Nación, el arquitecto Rafael Viñoly comentó su particular visión del desarrollo de Puerto Madero en su doble condición de autor de uno de los proyectos significativos del área -el Museo Fortabat, en el dique 4- y de espectador privilegiado, desde su estudio en la ciudad de Nueva York.

En su opinión, el desarrollo de Puerto Madero es una de las últimas oportunidades que tiene la ciudad para restablecer su conexión física y simbólica con el río. Y es impensable, aclara, que este objetivo pueda ser alcanzado si la Reserva Ecológica no forma parte activa del desarrollo del plan. El problema político y económico que motiva esta omisión se funda en una confusión generalizada: la conservación del equilibrio ecológico no implica que la única estrategia posible sea la de no innovar. 

La idea fundamental del proyecto Puerto Madero, en el sentido de mantener la textura y el massing de los edificios existentes dentro de una trama de circulación derivada de la planta original, contribuye a superar esta falta de innovación.

-El problema de todos estos proyectos -dice Viñoly- es el establecimiento del balance entre el interés del sector público y la iniciativa privada-. Para el autor del Forum de Tokio, resulta importante, asimismo, entender que Puerto Madero y Retiro significan para Buenos Aires lo que representó para Tokio el desarrollo de su bahía, o lo que Canary Walk significó para Londres, o lo que Mahler 4 representa para Amsterdam. 
No es necesario, opina, tener un plan urbano fijo para resolver estos problemas. Falta precisamente lo contrario: una estructura administrativa que permita crecer responsablemente a la ciudad y generar una cultura del ambiente físico que defina los términos de este crecimiento.

-Buenos Aires ha precisado siempre una intervención drástica, aunque esto no quiera decir espectacular. Puerto Madero es ciertamente una operación compleja dentro de la transformación de Buenos Aires en una megaciudad-. Tal vez lo necesario entonces, concluye, sea un proyecto más reducido en el que puedan ser verificados los criterios urbanos por extrapolar y los mecanismos de intervención pública.